“Tus caderas son muy estrechas, te sugiero una cesárea”, le dijo su ginecólogo a una futura mamá, con las consecuentes preguntas, dudas y temores que se gestaron dentro de ella, especialmente, sobre si algo en ella estaba mal.
Y es que la experiencia de ser padres, tremendamente difícil y sin manual, viene también con una serie de mandatos y exigencias externas sobre cómo debemos hacer las cosas. En mis avatares como mamá, he sentido que se nos llena la cabeza de indicaciones sobre cómo debemos actuar, qué debemos hacer y ¡hasta cómo debemos sentirnos!
El médico:
“Coloca a la bebe en tu pecho todo el tiempo”, le decía el neonatólogo a una amiga que había dado a luz a su bebé prematuramente. Su bebé no había desarrollado el reflejo de succión y por ello no podía alimentarse de su pecho. Ella se sentía estresada pero, a la vez, no quería desatender la indicación del médico. Hasta que la consultora de lactancia, le dijo: “El doctor es hombre y no sabe lo que es tener la teta afuera todo el tiempo”, con lo cual ella pudo validar sus sentimientos y empezar a hacer las cosas considerando también sus necesidades.
- Nuestras mamás:
“Sé macha y aguanta el dolor”, mientras nos desdoblamos por las fuertes contracciones del trabajo de parto.
“No cargues tanto al bebe, lo vas a malacostumbrar”, refiriéndose a un bebé menor de un año.
- Otros familiares:
“Tienes que darle el pecho a tu bebé, es muy importante para tu vínculo con él”.
- El pediatra:
“Tu bebé debe tomar 40 onzas de leche al día”, indicación dada a la madre de un bebé de 6 meses.
- Los especialistas:
“La psicóloga me dijo que era mejor no darle chupón”.
- La profesora del nido:
“Sería mejor que tu hijo mayor empiece el nido antes de que nazca su hermanito”.
- Los medios de comunicación masiva.
La publicidad televisiva, por ejemplo, nos bombardea con imágenes en las que la maternidad aparece idealizada, con mamás que parecen más cercanas a los ángeles que a mujeres de carne y hueso. Ciertos dibujos animados para niños, como es el caso de Caillou [1], también sugieren una parentalidad “rosadita”, como diría una amiga, donde todo es paz y amor por parte de los padres hacia sus hijos. Así, un momento de juego en el jardín, gracias a mamá, se convierte en un picnic de ensueño y una visita al museo finaliza con Caillou y su papá cantando y bailando juntos alegremente [2].
- Los libros para padres, el internet, etcétera.
Esta atmósfera exterior que nos rodea, a modo de imperativos, nos sofoca y nos conduce a profundos sentimientos de duda, de culpabilidad, de incompetencia, de no poder hacer las cosas tal como se espera que las hagamos. Más importante aún, al atolondrarnos con el barullo externo, nos distraemos de lo que pasa dentro de nosotros y dejamos de escucharnos (lo que sentimos, lo que intuimos, lo que nos parece mejor, lo que nos acomoda, lo que nos provoca). Paradójicamente, convertirnos en padres y construir nuestra propia forma de ser padres es un proceso que está arraigado en el interior de nosotros, muy lejos de las exigencias provenientes del exterior.
La parentalidad [3] es una etapa evolutiva que nos ofrece una increíble oportunidad de re-estructuración psíquica y de crecimiento interno. Al estrenarnos como padres se inicia dentro de nosotros una profunda transformación. Desde el nacimiento de nuestro primer hijo en adelante ya nada es igual, todo cambia: nuestro cuerpo (en el caso de las mamás), nuestra rutina diaria, nuestra perspectiva de la vida, nuestras prioridades, nuestras emociones y nuestra forma de sentir, nuestra manera de ubicarnos en el mundo, en suma, nuestra identidad. Es como si toda nuestra configuración interna, o geografía interior, se deshiciera para luego volverse a definir con nuevos matices y formas, con contenidos pasados que quizás no conocíamos y que repentinamente se vuelven protagónicos, con rincones algo incómodos que no terminamos de reconocer, con espacios nuevos aún por explorar y habitar dentro de nosotros.
Mientras nuestro mundo interior se desarrolla y crece, a la vez se fragiliza pues emergen temores, angustias e inseguridades antes desconocidos; conectarnos con todo ello es una ardua tarea. Es en este contexto de elevada vulnerabilidad que mamás y papás solemos escuchar a los demás, convirtiendo la experiencia y el saber de otros – sumamente valiosos por cierto – en la brújula que guía nuestra forma de ser padres. Así, nos volvemos dependientes – de los demás, de lo externo – y, sin darnos cuenta, renunciamos a ser padres autónomos y empoderados.
El saber ser padres es algo que pertenece a ese mundo íntimo, propio, único e irrepetible, ubicado en el centro de nuestro ser. Sí, la tarea de ser mamás y papás es algo que construimos en el camino, a nuestra manera, desde adentro, no desde afuera. Cuánto podemos aventurarnos a explorar nuestro mundo interior es cosa de cada uno. Sin embargo, cada vez que reviso los desafíos que me plantea la maternidad no puedo pensar en otra manera de hacerlo: conectándome con mi ser interior, con aquello de ser madre que me resulta bacán (la posibilidad de ofrecerle a mis hijos nuevas y ricas experiencias) y con lo no tan bacán (¡no contar con la paciencia de los papás de Caillou!), con lo que me anima (la maravillosa tendencia al desarrollo que tienen los niños) y lo que me asusta (la enorme responsabilidad y las angustias de no saber si lo estoy haciendo bien), con lo que me convoca (la vitalidad contagiosa de los niños, el eterno presente en el que viven nuestros hijos) y con lo que me repele (la falta de sueño, la falta de sueño, la falta de sueño infinitamente).
Como madre, muchas veces he deseado que se cumpla en mi vida el milagro de la cenicienta, no para encontrar mi príncipe azul sino para contar con una hada madrina que mágicamente me guíe por el camino de las buenas decisiones y de la felicidad en relación a mis hijos. Lo más simpático de todo esto es que, hasta la fecha, esa hada madrina siempre la he encontrado buscando dentro de mi y no en otro lado (por favor, si alguien la encuentra en otra parte, avisar y difundir). “¿Será buena idea que mi hijo pequeño empiece el nido este año o quizás mejor el próximo cuando tenga dos años y algunos meses?”; “Cuando mi hijo mayor tenga su hermanito, ¿conviene que empiece el nido antes o después de su llegada?”; “¿Quiero retomar el trabajo o quizás prefiero quedarme en casa con mis hijos por un tiempo a pesar del sacrificio que esto pueda significar a muchos niveles?”; “¿Quiero tener una niñera desde el inicio, o prefiero ser yo la que cuide exclusivamente de mi hijo para meterme de lleno en la tarea?”. Como ven, son un sinnúmero de preguntas que solemos hacernos en cada paso o decisión importante.
Nos guste o no, ni nuestros padres, ni nuestro/a esposo/a, ni el pediatra, ni la profesora del nido, ni la psicóloga, ni otros especialistas, ni otras mamás, nadie, nos va a dar una fórmula mágica para asegurarle a nuestros hijos un desarrollo saludable.
La fórmula es única y propia de cada mamá, cada papá, cada pareja de padres y de cada familia; única, como cada uno de nosotros y cada uno de los hijos que la vida nos da la oportunidad de acoger y acompañar.
La verdad y la sabiduría habitan dentro de cada uno de nosotros.
Somos dueños de un potencial infinito.
Sólo requerimos dedicarle nuestra atención, tiempo y conexión a este vasto saber interior para criar a nuestros hijos desde allí [4]: siguiendo nuestras corazonadas, confiando en nuestra intuición, escuchando lo que genuinamente nos hace felices a nosotros y a nuestros hijos, filtrando lo que viene de afuera a través de nuestro interior. Incluso estas líneas.
Y tú, mamá o papá, ¿qué sientes que quieres y/o debes hacer? [5]
- Caillou es una serie de televisión de dibujos animados dirigida a niños en edad pre-escolar. Si bien me gusta Caillou, mi crítica se dirige a que el modelo de padres que presenta es un modelo de padres idealizado, en muchos aspectos alejado de la realidad.
- Lo más lamentable es que nosotros, mamás y papás, nos miramos y evaluamos a partir de estos modelos idealizados de mamá y papá, con la cuota de malestar y sufrimiento que esto conlleva.
- Por parentalidad entendemos un concepto paraguas que abarca todo aquello que tiene relación con el ser mamá y el ser papá.
- Como decía una prima de mi querida amiga Sandra Carrillo, “Yo crío a mi hijo desde la guata, desde lo que me dicen mis entrañas, nadie sabe mejor que yo lo que funciona para mi hijo”.
- Le agradezco profundamente a Marie Isabel Musselmann haberme permitido conectarme con esta carencia pues pocas veces alguien del mundo externo nos hace esta valiosa pregunta.
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