Porque “todas las personas mayores primero fueron niños”. [1]
Hace algunos meses, me encontraba en el pasillo de ingreso del nido de mis hijos, sentada esperando a mi hijo mayor, cuando me llamó la atención un panel con fotos hermosas de niños. El encantamiento creció aún más cuando, al acercarme, pude leer el contenido de los enunciados que acompañaban las fotos. Me emocioné profundamente al leerlos y, a la vez, sentí esperanza. Esperanza por encontrarme frente a una mirada de la educación temprana sensible a la verdadera y más profunda esencia de la niñez: SER. Esperanza porque existiera alguien allá afuera en el mundo que estaba dispuesto a recordárnoslo. Esperanza porque podría comunicarlo y llevar este mensaje a otras personas. Esperanza de que al recuperar este saber esencial, muchos de nosotros tuviésemos una segunda oportunidad.
Ser es algo que los adultos de hoy hemos olvidado. Quizás porque crecer nos endurece y nos lleva a desarrollar múltiples capas que hacen inaccesible nuestra esencia, el ser auténtico que habita dentro de cada uno de nosotros. Con el tiempo, vamos perdiendo nuestra capacidad para disfrutar la vida plena e intensamente como los niños; nos estresamos, nos entristecemos, nos enfermamos. Dejamos de ser para hacer, tener, lograr, ayer, mañana, más tarde y perdemos el valioso presente; el eterno presente en el que viven nuestros niños, la preciosa cualidad de la niñez que les permite a nuestros pequeños simplemente ser y vivir en el aquí y ahora.
Lamentablemente, no sólo nosotros los adultos olvidamos ser sino que también les quitamos a nuestros niños el derecho a ser. Deseamos apresurar sus tiempos y ritmos de crecimiento, como si la normalidad de los niños de hoy se hubiese establecido desde los parámetros modernos de rapidez y vertiginosidad, con una increíble tendencia en nosotros los adultos a hacerlos correr con todo: sus procesos, sus aprendizajes, su desarrollo en general. Deseamos que crezcan, se desarrollen y maduren de forma acelerada y los convertimos, sin querer, en pequeños adultos, en niños que se sobreadaptan a las exigencias que les imponemos. Todo esto con un elevado costo: dejar de ser, escondiendo detrás de sus adaptaciones lo que verdaderamente son y, a su vez, perdiendo su infancia precozmente. Nuestros niños están dejando de ser niños muy rápido, cuando aún tienen mucho por disfrutar, experimentar y aprender como niños que son; explorando, descubriendo, conociendo, sintiendo, jugando, imaginando, creando, compartiendo, moviéndose, expresándose, amando.
Aquí comparto con ustedes el contenido del panel que les mencioné al inicio de este artículo [2] el cual ha sido el eje inspirador de estas líneas. Debo decirles que, como persona y como profesional, concuerdo con estos enunciados, letra por letra [3]. Crecer con libertad es:
- El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, página 5.
- Dicho panel fue elaborado por Anabela Del Busto, gerente del Nido Kinderland, querida colega y amiga. Mis infinitas gracias a Anabela por haberme permitido utilizar este material.
- Recomiendo altamente ver la entrevista “El respeto por los tiempos y ritmos de los niños” con la educadora y especialista en desarrollo infantil, Rosario Rivero. Para ello haz click aquí. Es también de interés la campaña “Permiso para ser niño” www.permisoparasernino.pe producto del esfuerzo conjunto del Ministerio de Educación, UNICEF, Empresarios por la Educación, y el Grupo Impulsor por la Educación Inicial.
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